Plan Lector día 22 de abril del 2020
5to grado
Nota:
-Para la siguiente actividad tendrás que continuar leyendo el cuento de
Horacio Quiroga el cual se llama “El loro pelado”
2da parte.
-Espero que te agrade, usa tu
imaginación mientras lees, esto te ayudarà a comprender mejor la lectura.
-La siguiente actividad tendrás que realizarla en una hoja, colocando el
título de la lectura, luego responder las preguntas planteadas, asimismo colocarla luego
en el folder del plan lector y luego enviar una foto del trabajo realizado.
Recuerda la lectura mejora tu vocabulario y tu expresión.
CONTINUAMOS CON LA LECTURA DE LA ABEJA
HARAGANA.
En verdad, aquella
caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la
culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto
la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
-¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la
luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no
la devoró, sino que le dijo:
-¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para
estar aquí a estas horas.
-Es cierto -murmuró la abeja-. No trabajo, y yo tengo la
culpa.
-Siendo así -agregó la culebra, burlona-, voy a quitar
del mundo aun mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces:
-¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me
coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.
-¡Ah, ah! -exclamó la culebra, enroscándose ligero-. ¿Tú
conoces bien a los hombres? ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a
ustedes son más justos, grandísima tonta?
-No, no es por eso que nos quitan la miel -respondió la
abeja.
-¿Y por qué, entonces?
-Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír,
exclamando:
-¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer;
apróntate.
Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero esta
exclamó:
-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
-¿Yo menos inteligente que tú, mosca? -se rió la culebra.
-Así es -afirmó la abeja.
-Pues bien -dijo la culebra-, vamos a verlo. Vamos a
hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, esa gana. Si gano yo, te como.
-¿Y si gano yo? -preguntó la abejita.
-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el derecho de
pasar la noche aquí hasta que sea de día. ¿Te conviene?
-Aceptado -contestó la abeja.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había
ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no
tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de
un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y
les llaman trompitos de eucalipto.
-Eso es lo que voy a hacer -dijo la culebra-. ¡Fíjate
bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito
como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el
trompito quedó bailando y zumbando como un loco.
La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una
abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito,
que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo,
cayó por fin al suelo, la abeja dijo:
-Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
-Entonces, te como -exclamó la culebra.
-¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa
que nadie hace.
-¿Qué es eso?
-Desaparecer.
-¿Cómo? -exclamó la culebra, dando un salto de
sorpresa-.¿Desaparecer sin salir de aquí?
-Sin salir de aquí.
-¿Y sin esconderte en la tierra?
-Sin esconderme en la tierra.
-Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como enseguida
-dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja
había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que
crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de
una moneda de dos centavos.
La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no
tocarla, y dijo así:
-Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a hacer el
favor de darse vuelta y contar hasta tres. Cuando diga «tres», búsqueme por
todas partes, ¡ya no estaré más!
Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: «uno…
dos… tres», y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no
había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la
plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
La culebra comprendió entonces que si su prueba del
trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria.
¿Qué se había hecho? ¿Dónde estaba? No había modo de hallarla.
-¡Bueno! -exclamó por fin-. Me doy por vencida. ¿Dónde
estás?
Una voz que apenas se oía -la voz de la abejita- salió
del medio de la cueva.
-¿No me vas a hacer nada? -dijo la voz-. ¿Puedo contar
con tu juramento?
-Sí -respondió la culebra-. Te lo juro. ¿Dónde estás?
-Aquí -respondió la abejita, apareciendo súbitamente de
entre una hoja cerrada de la plantita.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en
cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene
la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que
esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo
tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la
abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.
La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a
darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba
de él para salvar su vida.
La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su
derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la
promesa que había hecho de respetarla. Fue una noche larga, interminable, que
las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la
tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad
más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre
la abeja, y esta creía entonces llegado el término de su vida.
Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser
tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche
tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se
había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de
la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la
dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era
la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en solo una noche un
duro aprendizaje de la vida.
Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella
recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó
también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes
de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:
-No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien
nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar
mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas.
Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me
faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche.
“Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden
nuestros esfuerzos -la felicidad de todos- es muy superior a la fatiga de cada
uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en
la vida de un hombre y de una abeja.”
FIN
ACTIVIDAD
I.-Del cuento de la abeja haragana (primera y segunda parte)
identifica y escribe el inicio, el nudo y el desenlace de dicho cuento,con tus propias palabras.
II.- En una hoja ,crea y dibuja la portada del cuento "La abeja haragana"(usa tu imaginación y creatividad), aquí te doy un ejemplo y completas con los datos.
OJO : Tomar foto y enviar lo màs claro posible.